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SENEGAL EN SILLA DE RUEDAS

SENEGAL EN SILLA DE RUEDAS

¡Tocaba ya!

Es la última tierra que pisé. Literalmente. Es una tierra que se me ha agarrado al alma.

Volver. Y eso que costaba solo el pensarlo. Iba a ser duro, demandante, exigente, tanto física como emocionalmente. Toda una catarsis. Pero yo ya me había preparado. Primero con Colombia. Después, con Tailandia.

Tocaba África. Así que, decidido.

¡Nos vamos a Senegal!

Poblado

¿Qué hace falta para viajar con silla de ruedas por Senegal?

Eso es fácil:

Tener una silla de ruedas
Grandes dosis de inconsciencia
Un buen chute de temeridad
Ayuda a raudales de todos los tipos y colores (y que no se te abran las carnes para pedirla y aceptarla)

Y si además hay suerte y sólo te llueven 2 días en temporada de lluvias, podrás disfrutarlo. Si no, no saldrás del coche o de la habitación del hotel.

Para diseñar el viaje contactamos con una agencia española, que actúa como intermediaria de los senegaleses que lo organizan y lo llevan a cabo. Nuestro guía-conductor-amigo durante las 3 semanas ha sido Jacques, un senegalés con un español perfecto, muy profesional y enamorado de su país, que nos ha ido desgranando los secretos de sus gentes, sus costumbres, creencias, ritos, formas de ver la vida y de convivir.

Ha sido muy intenso. Muy hermoso. Muy duro. Muy gratificante. Muy enriquecedor.

África es el sitio donde todo es imposible, sí, pero, a la vez, todo es posible.

Las carreteras en Senegal son, en general, muy buenas. Lo malo es que ahí se acaban las concesiones a un cuerpo que no funciona con normalidad. El resto del país son escaleras, escalones, rampas imposibles, caminos de tierra, mercados de calles estrechas, baños inalcanzables (si tienes la suerte de encontrar un baño) …

Por eso venir aquí sin ayuda técnica, como un handbike eléctrico (en mi caso, mi batec), es poco recomendable si quieres tener un mínimo de movimiento y autonomía.

Es difícil pedir adaptaciones para sillas de ruedas en un país donde la mayoría de las calles no están asfaltadas y además se encuentran en muy mal estado. Donde la mayor parte de la población vive en chozas, o cabañas, o en terrenos ganados al agua, que se anegan en cuanto caen dos gotas de más. Y donde no llega la “civilización”, llega la gente. Cualquier cosa que necesites. Solo hay que pedir, y te ayudarán encantados.

Antes de ir, mucha gente me preguntaba: ¿Qué se puede ver en Senegal? ¿Qué puedo contestar a esa pregunta? ¿Qué buscas en los sitios a los que viajas?

Senegal no es un país en el que hacer un turismo típico de museos, monumentos, restaurantes. Es un país muy rico desde el punto de vista cultural y antropológico. Jacques nos ha ido enseñando esta riqueza mientras lo atravesábamos.

Hemos ido aprendiendo las diferencias entre las distintas tribus (wolof, serer, fulani, mandinga, yola, tuculer…). Hemos aprendido sus costumbres, algo de sus idiomas, sus creencias (casi todos son animistas además de musulmanes o católicos). Hemos compartido con ellos momentos y vivencias como la cosecha, trabajo, comida, las máscaras, ritos de iniciación (no los ritos en sí, que no son algo turístico – afortunadamente – y no admiten turistas).

Podría hablar durante horas de todo lo que he aprendido en este viaje. Y es que para mí no se trata tan solo de ver, sino, sobre todo, de vivir, de intentar entender al otro, de aprender de él.

¿Qué hemos visto/vivido/aprendido en Senegal?

Atardeceres como solo se ven en África

Lagos salados.

Trabajos en condiciones durísimas. En estas situaciones sacas fotos. Y sonríes a la cámara. Y lo hago porque quiero enseñarlo cuando vuelva, y quiero recordarlo cuando pase un tiempo. Pero me da mucho pudor hacer “turismo” con gente trabajando en unas condiciones que me avergüenzan como ser humano.

Playas interminables.

Senegal es el único sitio donde hemos visto buitres en las playas ¿esperando a los restos que les dejan los pescadores?

Baobabs.

Ese árbol hipnótico

Descubrir de qué planta salen los cacahuetes. Y los anacardos.

E incluso ayudar a cosecharlos (algunos con más éxito que otras)

Comprar en sus mercados. O no comprar, sólo visitarlos y disfrutar.

Arrozales.

Y de nuevo aquí el “turistear” con la dura forma de ganarse la vida de algunos.

Mezquitas fastuosas.

(sí, aquí la religión también saquea bolsillos)

Iglesias católicas apostólicas y romanas

Y gente, gente, gente que te enseña y te aporta.

Y niños, niños, niños, niños. Curiosos, divertidos.

Y manglares con una variedad inmensa de aves.

Y encontrarte con la llegada de los pescadores a una playa y ver una subasta de pescado.

Y fuertes donde se guardaban los esclavos antes de mandarlos al “nuevo mundo”.

Y niños recién circuncidados pidiendo dinero para su manutención durante la cuarentena.

Y… tantas tantas cosas, tantas vivencias, tantas experiencias, tanto aprendizaje…

Y sí, la movilidad es, muchas veces, muy complicada. Pero donde no llegaban mis piernas, llegaban mis ganas, y las ganas de Manuel, y las de Jacques, y las de todos los senegaleses que nos hemos ido encontrando por el camino. Y sin papeles.

¿Cómo se te queda el cuerpo después de un viaje así? Pregúntale a Manuel…

Felicidad en estado puro

Post escrito por Cristina 

Sigue sus rodadas en su blog www.tirandodelcarro.wordpress.com

La entrada SENEGAL EN SILLA DE RUEDAS apareció primero en Silleros Viajeros.

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