La información ha sido facilitada por Turismo de Barcelona, www.barcelona-access.com.
La Catedral de la Santa Creu observa impertérrita el paso del tiempo en una ciudad en constante movimiento y cambio. La Catedral es también el reflejo del paso de generaciones y estilos arquitectónicos mezclados en un edificio de carácter mayoritariamente gótico que hay que visitar por dentro para entender su esplendor.
La construcción de la Catedral de Barcelona se llevó a cabo a lo largo de seis siglos. Sufragada por los donativos de las cofradías y gremios medievales, la Santa Creu empezó a levantarse en 1298, en el terreno santificado donde antes se encontraba una basílica paleocristiana del siglo IV, destruida por las tropas de Al-Mansur. De ésta se conserva sólo el bautisterio. De la iglesia románica anterior a la gótica, queda la capilla de Santa Lucía, mientras que la puerta más antigua de la Catedral es la de San Ivo. En cambio, la fachada principal y la torre fueron terminadas alrededor de 1890, siguiendo los planos iniciales y, por lo tanto, siguiendo un estilo neogótico. Una vez dentro nos sorprenden las 25 capillas laterales, el magnífico claustro del siglo XIV y la sillería del coro, destinada a reunir a los miembros del Toisón de oro durante la visita del emperador Carlos V de Alemania en 1517. De gran belleza son el púlpito y la cripta donde descansan los restos de una de las patronas de Barcelona, Santa Eulàlia, a quien va dedicado el templo.
La planta de cruz latina y las vueltas de crucería, así como las hermosas vidrieras de las ventanas, llenan de luz el espacio interno de la Catedral.
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