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El Palau Güell de Barcelona, obra de juventud de Antoni Gaudí, une una suntuosidad de tintes medievales con la extravagancia única del arquitecto. El palacio se acabó de construir en 1890 y fue la residencia privada del mecenas de Gaudí, el Conde Güell. El Palau Güell fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1984.
El riquísimo empresario, terrateniente y político Eusebi Güell i Bacigalupi (Barcelona, 1846-1918) fue el principal mecenas de Antoni Gaudí. En 1885, antes de que el arquitecto fuese conocido, el conde Güell le encargó la construcción de su propia residencia, que se convertiría en el Palau Güell de Barcelona. Gaudí era consciente del deseo de Güell de hacer ostentación ante sus amistades (la casa serviría para exposiciones, conciertos, etc.), por eso la concibió como un proyecto arquitectónico insólito y atrevido. Se basaba en el uso de las técnicas constructivas tradicionales, así como en el uso de gran variedad de materiales, incidiendo especialmente en los más caros, como el mármol. Gaudí, en el Palau Güell, combinó la estructura cuadrada típica de los palacios medievales con un exquisito artesonado de techos con innovaciones, como el arco parabólico, tan característico de su obra.
Antoni Gaudí no creó solamente un palacio en Barcelona, sino que también concibió una metáfora, ya que asciende como el propio Güell, desde la oscuridad del subterráneo de la pobreza hasta la fiesta de color de la cubierta. Y es que la planta baja, marcada por la severidad del mármol gris, contrasta mágicamente con el juego de colores y formas de las veinte chimeneas-escultura del tejado. Un mosaico de cerámica, mármol y vidrios de colores decora estas chimeneas, auténticos símbolos del Palau Güell.
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